#8MTodoElAño
Correos ha lanzado la colección de sellos #8MTodoElAño para rendir homenaje a diez figuras excepcionales cuya vida fue un ejemplo en la lucha por la igualdad y los derechos de la mujer en España.
Los sellos se convierten así en el vehículo perfecto para poner en valor el trabajo que la compañía ha realizado a lo largo de su historia por la igualdad de género y destacar que el Día de la Mujer no se limita únicamente al 8 de marzo, sino que se extiende a todos los días del año.
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Descubre LA COLECCIÓN
La colección 8MTodoElAño reúne 20 sellos protagonizados por mujeres que han tenido un papel fundamental en los avances sobre la igualdad.
- ALMUDENA GRANDES
- DOLORS ALEU
- CLARA CAMPOAMOR
- CONCEPCIÓN ARENAL
- ISABEL ZENDAL
- MARÍA BLANCHARD
- LUISA ROLDÁN
- ÈLIDA AMIGÓ
- MARÍA DE MAEZTU
- MARUJA MALLO
- ELENA FORTÚN
- LUCÍA SÁNCHEZ
- JUSTA FREIRE
- FEDERICA MONTSENY
- ANA CARMONA
- CARMEN DE BURGOS
- ASCENSIÓN CHIRIVELLA
- MARÍA BERNALDO
- HILDEGART RODRÍGUEZ
- ELENA JORDI
Escritoras.
Almudena Grandes
Escritoras.
Almudena Grandes.
Almudena Grandes, escritora y columnista, nació en Madrid en 1960, y comenzó a publicar tan joven y con una voz tan contundente e inamovible que pronto se convirtió en una referencia literaria.
Desde su primera novela “Las edades de Lulú”, gozó de un éxito tras otro: en narrativa nada se le resistía, ni la novela erótica, ni el costumbrismo, los relatos, la novela histórica del pasado reciente o el análisis de la actualidad.
Gozaba de un oído privilegiado para los diálogos y de un ritmo narrativo envidiable, que se hicieron merecedores del Premio Nacional de Narrativa en 2018: para entonces ya se había enfrascado en un ciclo de seis novelas que tituló Episodios de una guerra interminable, y que cubrían los veinticinco años siguientes a 1939: desde Inés y la alegría a Mariano en el Bidasoa, que quedó incompleta, esa obra, de una ambición enorme y con un estilo inconfundible, atestiguan el proceso y la madurez de una autora que se dirigía hacia la escritura de la memoria, y no solo de la ocurrencia. Porque la intención de Almudena no era solo narrar lo ocurrido en la dictadura de Franco, sino entender nuestra sociedad como consecuencia de ese pasado.
Sus historias eran transparentes como todas las duraderas, frescas y reales, como esas fotografías tomadas sin que sus protagonistas lo sepan. Quizás por eso su relación con el cine haya permanecido siempre tan cercana y tan eficaz: gran parte de sus novelas se convirtieron en películas de éxito. Le movía una fuerza literaria enorme, la necesaria para abordar la tarea a la que se había encomendado. Era rápida, ingeniosa y sarcástica: ni siquiera sus enemigos podían negar su éxito, ni su talento: y se hizo unos cuantos con sus artículos vitriólicos y sus opiniones contundentes.
Almudena murió en Madrid, en 2021. Dejó una novela póstuma, que no pertenece a los Episodios, un esposo poeta, Luis García Montero, y una comunidad de lectores que la lloraron con la pena de quien sabe que nadie contará las historias como ella.
Mujeres en la ciencia.
Dolors Aleu
Mujeres en la ciencia.
Dolors Aleu.
No resulta inusual que las huellas de muchas mujeres admirables se borren por voluntad de la familia: ese es el caso de Dolors Aleu i Riera, la primera doctora en ejercicio de España. Su marido quemó cualquier huella de su trabajo tras su muerte, en 1913.
Y qué trabajo tan exhaustivo fue el suyo. Había nacido en Barcelona en 1857 en una familia burguesa, y gracias al apoyo de su padre se matriculó en Medicina. Las jóvenes afrontaban entonces una oposición explícita por parte de sus compañeros y profesores, que a menudo les obligaba a ir a las clases con escolta.
Pese a sus excelentes calificaciones, (cinco premios extraordinarios e innumerables sobresalientes) el Ministerio de Educación le negó que se presentara a los exámenes de médico cirujano. Corría el año 1879, y varias estudiantes padecían la misma situación: las mujeres se encontraban con innumerables barreras burocráticas. Dolors resistió, reclamó y fue la única que logró pasar los exámenes. Se doctoró con una apasionada tesis sobre la situación sanitaria y de la educación de las mujeres, en la que analizaba con todo detalle la opresión de las ricas y la miseria de las campesinas, y estableció su propia consulta en Barcelona.
Allí atendió a mujeres de toda clase social: desde prostitutas a damas de la alta sociedad que no se atrevían a que las viera un médico varón, niños de la Inclusa y pobres de solemnidad . Ya casada y madre, continuó atendiendo la consulta durante más de veinte años, aunque la muerte de su hijo mayor, Camil, médico como ella, tras contagiarse de tuberculosis, la sumió en una depresión profunda que le hizo abandonar la profesión. Murió dos años después, y su entierro fue un auténtico despliegue de pena pública. Lo que de ella se sabe se ha rastreado a través de los documentos oficiales de la universidad de Barcelona, y un puñado de cartas supervivientes.
Efemérides.
50 Aniversario del fallecimiento
de Clara
Campoamor
Efemérides.
50 Aniversario del
fallecimiento de Clara
Campoamor.
Clara Campoamor fue la política que el 1 de octubre de 1931 defendió y logró que se aprobara en el Congreso el sufragio femenino en España. Toda su vida refleja un logro tras otro, una superación personal extraordinaria.
Nació en Madrid en la España convulsa y deprimida de 1898. Tuvo que trabajar desde los diez años, debido a la muerte de su padre, mientras se formaba por su cuenta como podía. En 1909, cuando cumplió 19 años, se convocaron las primeras oposiciones a auxiliares femeninas de Telégrafos: la primera telegrafista entró en lo que ahora conocemos como Correos en 1881. Clara obtuvo así plaza en la primera compañía estatal que incorporaba mujeres a su plantilla. En sus destinos de Zaragoza y San Sebastián estudió el bachillerato y preparó oposiciones al Ministerio de Instrucción Público: logró el primer puesto.
Combinó su trabajo allí con otro en el periódico La Tribuna, que congregaba a su alrededor a numerosos intelectuales, entre ellos mujeres feministas y sufragistas, que Clara frecuentó. El gran debate de la época era la igualdad de derechos, y muy especialmente el sufragio universal, y con un interés por la política y el derecho ya imparable Clara se convirtió en una de las primeras abogadas españolas en 1924, con 36 años. Su objetivo era la defensa de los derechos de la mujer, y así lo demostró cuando la eligieron diputada por Madrid en 1931 por el Partido Republicano Radical.
Frente a ella, con la tesis contraria, otra mujer con una carrera excepcional, Victoria Kent, la primera en colegiarse como abogada de Madrid. Clara había sido la segunda. Curiosamente, las mujeres podían ser elegidas para puestos políticos, pero no podían votar. Pese a que los apoyos se encontraban muy divididos, Clara ganó el debate, y las mujeres españolas pudieron votar en las elecciones de 1933, aunque por poco tiempo: la Guerra Civil les privaría de ese derecho y a ella la obligó a exiliarse de por vida.
Residió algún tiempo en Buenos Aires; después regresó a Europa y trabajó como abogada en Suiza. Murió allí en 1972; reconocida hoy como un referente indudable, aún emociona escuchar la claridad y la brillantez con la que defendió su causa en ese decisivo debate de 1931.
Escritoras.
Concepción Arenal
Escritoras.
Concepción Arenal.
Se ha convertido en una escena icónica: una mujer vestida de hombre en la Universidad Central, luego Complutense, un marimacho. Corre 1843: un jovencito gallego, con el pelo corto a la moda, resultaba ser una mujer.
Veintidós años, una capa de hombre, pantalones y valor para acudir a las clases de Derecho. Era Concepción Arenal, la pensadora más destacada del siglo XIX, escritora, reformadora del sistema de prisiones. Se estaba convirtiendo en lo que sería.
Por suerte el rector no la expulsó de su Universidad. Ordenó que acudiera sin provocar escándalo, y prohibió que continuaran las burlas. Concepción regresaba cada noche a una casa vacía. A los ocho años perdió a su padre, un liberal que falleció en prisión. La madre murió el año anterior a la decisión de cortarse el pelo y estudiar. Al menos, encontró un amigo: Fernando García Carrasco, otro liberal, abogado y periodista, con quien se casó seis años más tarde.
Aún le quedaban tantas cosas por vivir: la insalubridad de los hospicios y los manicomios, que la la llevarían a escribir páginas encendidas y bellas a favor de la dignidad humana: las guerras carlistas, en las que organizarían hospitales de campaña para aliviar el dolor y la suciedad. El alcoholismo generalizado de la clase obrera, que ella veía como el mayor enemigo de los pobres. Le faltaba por vivir en La Coruña, como responsable de las cárceles de mujeres, y un poco más adelante, en 1868, convertirse en inspectora de los correccionales femeninos.
Ella sabía en qué situación quedaban las niñas violadas, la indefensión de las viudas. Aborrecía la sobreprotección de las mujeres, que sin educación no saldrían nunca de su posición marginada. Y en sus libros de lectura clara y sencilla, les hablaba de los caminos que abría el estudio, de la obstinación necesaria para que se dieran cambios.
Siempre tuvo delicados los bronquios, que acabarían fallándole a los setenta y tres años. Murió en Vigo en 1893. La gente corriente la adoraba, aunque quizás ella, no lo supiera. La entendían, como ella los entendía. Y nada más importaba.
Sanidad.
Isabel Zendal
Sanidad.
Isabel Zendal.
Poco sabemos de esta mujer admirable, la primera enfermera en misión internacional; incluso su nombre parece camuflarse en distintas variantes y escurrirse de una historia en la que estuvo siempre al servicio de otros.
Sabemos que nació en una familia pobre en Órdenes, A Coruña, en 1773. Que su madre murió de viruela; no tenía ni trece años cuando comenzó a trabajar, y entró como ayudante en el Hospital de la Caridad de La Coruña, donde ascendió a rectora de Expósitos. Sabemos que con veinte años tuvo, de soltera, a su hijo Benito.
Quizás ese pasado la llevó a acompañar a los niños seleccionados para la Real Expedición de la Vacuna, impulsada por el médico Francisco Balmis con el apoyo de Carlos IV. La expedición duraría desde 1803 hasta 1806 y recorrería todo el Imperio Español. La misma viruela que había matado a la madre de Isabel causaba estragos en todo el mundo, y aunque existía ya la vacuna de Jenner, resultaba imposible conservarla, salvo en el cuerpo humano. Para eso necesitaban a los expósitos, los más vulnerables entre los pobres, 22 niñitos de entre 3 y 9 años, Algunos no eran huérfanos, pero sus padres los habían entregado allí para que sobrevivieran a la miseria.
Isabel se embarcó con ellos y con su propio hijo el 30 de noviembre de 1803, en una corbeta; llevaban consigo un par de zapatos, una muda de ropa y el virus de la vacuna que se pasaban cuidadosamente de uno a otro cada diez días. De Canarias a Puerto Rico, y de allí a Acapulco, y a Manila, para regresar a Máxico, de donde Isabel ya no volvió. Ni ella, ni su hijo, ni ninguno de los niños, pese a que las normas indicaban claramente que debían recibir educación y ser devueltos a sus pueblos. No sabemos cuándo murió, pero debió ser pronto, porque en 1806 Balmis indica que Isabel se desvivió por los niños como una madre, que los cuidó y mimó noche y día hasta que arruinó su propia salud. Dos docenas de criaturas que enfermaban por turnos, que necesitaban no solo atenciones sino un poco de cariño.
La expedición vacunó directamente a unas 250.000 personas. No hubiera sido posible sin Isabel Zendal. Eso sí lo sabemos.
Mujeres en el arte.
María Blanchard
Mujeres en el arte.
María Blanchard.
María Blanchard, la pionera del cubismo y otras vanguardias, nació en Santander en 1881, con una grave deformación en la espalda, una cifoescoliosis que le hizo decir: Cambiaría toda mi vida por un poco de belleza.
Sin embargo, ya desde antes de instalarse en París en 1909, con las becas que había ganado por su talento, había dado señales de que todo lo que pasaría por sus manos sería belleza, color y alma sin restricciones, sin límites académicos ni normas impuestas.
En Montparnasse coincidió con artistas como Picasso, Joan Gris, Angelina Beloff o Diego Rivera; con los dos últimos vivió y compartió piso. Entre ellos gozó de reconocimiento y del prestigio que en España se le negaba en aquellos momentos al cubismo y, como era propio de aquellos años, a cualquier mujer artista. De hecho, sus intentos de instalarse de nuevo en España acabaron en fracaso. Hubo excepciones: Ramón Gómez de la Serna siempre apreció su excepcional originalidad, que le hacía ser libre incluso dentro de un movimiento de vanguardia. La generación del 27 admiraba su valor y su capacidad para ver más allá de las formas y aún así, conservar el mismo espíritu. El periodo de entreguerras pulió su mirada, y los encargos, de los que dependía para sobrevivir, condicionaron algunos de sus temas, a los que aún así transformaba en lo que ella era: una herida abierta a la vida.
El dolor físico y las necesidades económicas la acompañaron en sus últimos años. Uno de sus consuelos, quizás el más inesperado, fue la religión: sus pinturas, y ella misma, adoptaron algo de místico, de tránsito hondo, desprovisto de apariencias.
Murió muy joven, en 1932, a los 51 años, de tuberculosis. Durante muchos años, su obra y su figura pasaron inadvertidas, casi olvidadas. Sin pareja, sin descendientes que velaran por su legado, el reconocimiento le ha llegado tarde, pero no admite ya vuelta atrás. No tras ver sus cuadros y adivinar en ellos esa voz, esa mirada única, esa capacidad de salir de su cuerpo, de su momento, de su entorno, hacia lo absoluto.
Personajes de la Historia.
Luisa Roldán, "La
Roldana"
Personajes de la Historia.
Luisa Roldán,
"La Roldana".
Cuando en 1652 el escultor sevillano Pedro Roldán tuvo una niña nadie imaginaba que seguiría los pasos de su famoso padre: quizás algunas mujeres trabajaban en los talleres con sus padres o maridos, se sabe con certeza que ayudaban con la policromía y el colorido, pero ninguna había logrado ser reconocida como escultora por derecho propio.
Luisa Roldán, “La Roldana”, sería la primera. En un momento de espectacular riqueza para la escultura, con un barroco religioso que desbordaba talento, el suyo sería uno de los más destacados.
Su padre sería su principal maestro e influencia: pero el sello de Luisa era indudablemente personal. Es más, las fuentes indican que ella salvó un encargo de la Catedral de Sevilla, que acababa de rechazar un San Fernando del propio Roldán. Luisa, con una enorme osadía, serró el original, lo transformó a su gusto y entonces sí, la escultura fue aceptada.
La misma decisión mostró al casarse, a los 19 años, con el escultor Luis Antonio de los Arcos, sin el consentimiento de su padre, lo que levantó un pequeño escándalo en la ciudad. Ya reconciliada con él, continuó trabajando en el taller paterno y en el de su marido. Incluso en algunos encargos realizados en Cádiz aparece la firma de los tres.
Luisa usó el barro, despreciado por muchos, para moldear con mayor detalle y menor precio y resultar así competitiva en un mercado exigente: se especializó en figuras pequeñas, en grupos, que le permitieron trabajar cada figura por separado. Y en 1692 logró ser nombrada escultora de cámara de Carlos II. Por desgracia, las finanzas reales se encontraban tan mal administradas que el cargo no le libró de la miseria: se conservan varias cartas solicitando amparo a la reina, mientras no dejaba de trabajar en diversos encargos. Tampoco que el nuevo rey, Felipe V, renovara su cargo, le trajo un gran alivio económico: murió pobre en 1706, con la mayoría de sus obras bajo la atribución de su padre, su marido u otros escultores. Ahora las disfrutamos con su firma, en el lugar de honor que siempre le correspondió.
Andorra. Dones Andorranes.
Èlida Amigó
Andorra. Dones Andorranes.
Élida Amigó.
Sin Elidà Amigó i Montanya ni la historia de Andorra sería la misma ni se estudiaría de la misma manera. De hecho, fue esta historiadora nacida en Andorra la Vella en 1935 quien se ocupó de estudiar las características del Principado, de lograr el voto para las mujeres, que se logró en 1970, cuando parecía que ya no resultaba necesaria una labor sufragista y de perfilar con cariño y con rigor la identidad andorrana, tan mezclada y diluida durante siglos por intereses ajenos.
La historia, la enseñanza y los derechos de las mujeres fueron los tres pilares en los que se apoyó su incesante labor como humanista. Había estudiado Filosofía y Letras en Zaragoza, y en su enfoque vital la sociología, de la mano de la historia, ocupaba un lugar honorífico: Como directora del Comité de Ciencias Históricas de Andorra, como profesora de lengua e historia en el colegio de Sant Ermengol o en la Fundación Clara Rabassa, no hubo temática que no le interesara; eso queda manifestados en sus publicaciones en revistas, que resultan incontables. Se le debe mucho, por más que a menudo esa labor pase inadvertida como archivista, esa callada labor en las bibliotecas que permite que una base sólida para los estudios y las afirmaciones posteriores. Encontró mucho por hacer y con el espíritu de las pioneras, se lanzó a llevarlo a cabo
Pero además trabajó para la Cruz Roja, y para el Comité Internacional de Ciencias Históricas en Laussane, Suiza. Cuando murió en 2020, a los 85 años, había logrado un objetivo loable: que donde no había nada, ni una ordenación sistemática, ni una explicación del pasado de Andorra, ni un planteamiento del presente, ni una idea para el futuro, existiera un guía clara: y que las mujeres, que con tanta facilidad tienden a desaparecer de la historia y del presente, encontraran el reconocimiento, la voz y el voto por el que ella había luchado.
Efemérides.
75 años fallecimiento María de
Maeztu
Efemérides.
75 años fallecimiento María de
Maeztu.
La muerte encontró a María de Maeztu y Whitney en Mar del Plata, Argentina, el 7 de enero de 1948. Había nacido en Vitoria 67 años antes, en una familia de maestras cuyas raíces vascas se entremezclaban con las inglesas y cubanas.
Como su hermano Ramiro, con el que María colaboró estrechamente, estudió y enseñó durante toda su vida e indagó sobre cómo mejorar ambos procesos. En un planteamiento tradicional, pero con un enfoque de consciente feminismo y muy audaz, consideraba que la enseñanza era una labor especialmente adecuada para las mujeres y que en ella encontrarían no solo una misión vital sino también una vía para ser más independientes y libres.
Tras licenciarse se formó en Europa y Estados Unidos. El contacto con otros modelos de educación, en particular el británico, y su aprendizaje junto a Unamuno y de Ortega y Gasset marcarían sus propias ideas pedagógicas: chicos y chicas juntos, sin castigos ni deberes, con libertad para sus indagaciones y preguntas, sin libros de texto… premisas extrañas y casi revolucionarias entonces.
En 1915 y hasta 1936 dirigió la Residencia Internacional de Señoritas: no solo buscaba talentos femeninos, sino que las alumnas, nacionales y extranjeras, tuvieran acceso al conocimiento más elevado y a la mejor educación. Durante esos veinte años la Residencia de Señoritas recibió a las mujeres más destacadas de la época: desde Marie Curie a María Montessori, de Gabriela Mistral a Clara Campoamor. Otras iniciativas que llevó a cabo, como la creación de el Lyceum Club Femenino, confirmaron que se necesitaban más espacios culturales e intelectuales abiertos a las mujeres.
Esos proyectos luminosos finalizaron con el inicio de la Guerra Civil: tras el fusilamiento de su hermano Ramiro, dimitió y se exilió a Buenos Aires, en cuya Universidad impartió clases hasta que falleció. Menuda, incansable, esta maestra y pedagoga brillante vivió décadas por delante del pensamiento de su tiempo.
Mujeres en el arte.
Maruja Mallo
Mujeres en el arte.
Maruja Mallo.
Resulta imposible atrapar en apenas una líneas a esta evanescente artista, mitad ángel, mital marisco, como la definió Salvador Dalí: pintora, ceramista, escenógrafa, muralista, fue adorada por los poetas de su generación, que captaron antes que nadie la prodigiosa diferencia, el sello del genio que transmitía en todo lo que hacía.
Había nacido en Viveiro en 1902, y había volado hasta Madrid en los años veinte, cuando los jóvenes de la generación del 27 comenzaban a transformarse en lo que eran: entre aquellos escritores, artistas y cineastas ella acudía al Lyceum Club Femenino, escandalizaba a los ciudadanos al quitarse el sombrero y reivindicaba un espacio que obtuvo pronto: en 1928 expuso por primera vez, después de años de ilustrar para la Revista de Occidente o La Gaceta literaria.
Un viaje a París de 1932 transformó por completo su estilo: se inició en el surrealismo, entró en contacto con creadores como Bretón, Picasso o Magritte, y esa estética marcaría sus colaboraciones con Miguel Hernández o Alberti. Se encontraba en un momento excelente de su carrera, con diversas exposiciones y una lenta pero clara evolución hacia el constructivismo, cuando estalló la Guerra Civil.
Pasaría los siguientes veinticinco años exiliada en América, principalmente en Buenos Aires, pero también en Uruguay y por último en Nueva York. Los triunfos continuaron: expuso a nivel internacional, avalada por un prestigio creciente. A su labor como ilustradora y pintora se le unió la docencia, que siempre había practicado: si antaño había estado involucrada con las Misiones Pedagógicas, en América, continuó esa labor con clases y conferencias.
Cuando regresó a España, en 1962, se la consideraba ya como una de las grandes pintoras del siglo XX. Murió en Madrid, pasados los 90 años, en 1995. Su historia de éxito y reconocimiento es la excepción a la mayoría de los casos: pero no en vano hablamos de un ángel capaz de sobrevivir en las profundidades marinas.
Escritoras.
Elena Fortún
Escritoras.
Elena Fortún.
Muchas de las lectoras que durante décadas crecieron con la lectura de Celia, la heroína de una larga saga de novelas infantiles, no sabían gran cosa de su autora, Elena Fortún, nacida como María de la Encarnación Aragoneses y de Urquijo en 1886 en Madrid: en sus ensueños de niña enfermiza y solitaria, hija unica, imaginó parte de las historias que después aparecerían en el periódico La Prensa a partir de 1922.
Más o menos por esa época, tras la muerte de su hijo menor, comenzó a participar de manera activa en la vida cultural de Madrid, que vivía un momento esplendoroso: frecuentaba la Residencia de Señoritas de María de Maeztu, el Lyceum Club Femenino, y junto con otras autoras, como Carmen Conde, María Lejárraga o Ernestina de Campourcín, formó parte de los debates públicos que en aquellos momentos discutían en prensa sobre las aspiraciones de las mujeres. Se había casado a los dieciocho años con el escritor Eusebio de Gorbea, pero el matrimonio no fue feliz, y su marido no asimiló el éxito cada vez mayor de Elena, que saltó desde el suplemento del ABC a prácticamente toda la prensa de la época. Por su parte, Elena mantuvo una relación con la grafóloga Matilde Ras.
El personaje de Celia, una niña que no acepta ni entiende el mundo que le rodea, gozó de tal aceptación que desde 1935 protagonizó una novela y finalmente una saga que, tras la guerra, mostraba cómo los sueños de la pequeña, al igual que los de muchas mujeres de la época, se habían truncado por completo. De hecho, tras el apoyo mostrado por Elena y su marido a la República, ambos se exiliaron a Argentina tras la caída de Madrid, que la autora refleja en la muy amarga Celia en la revolución.
En Buenos Aires, y con el apoyo de Margarita Xirgú, se relacionó con los hermanos Norah y Jorge Luis Borges, y continuó publicando en diversos medios: el suicidio de su marido, y distintas desavenencias familiares determinaron que regresara a España: murió en 1952, a los sesenta y cinco años, aún condicionada por la censura.
En 2016 vería la luz la novela Oculto sendero, que su nuera conservaba inédita, y en la que abordaba, en clave autobiográfica, el conflicto que le supuso aceptar su lesbianismo, y las dificultades que afrontó como creadora. Más obras verían la luz de manera póstuma y su extensa labor sería revisada y reivindicada décadas después por su atención a la psicología infantil y lo disruptivo de muchos de sus inolvidables personajes.
Lucía Sánchez Saornil, poeta
Lucía Sánchez Saornil, poeta.
La vida de Lucía Sánchez Saornil comenzó en Madrid, en 1895, finalizó en Valencia en 1970 y ha continuado a través de su obra poética y la propia leyenda de su figura: una poeta de una extracción muy humilde, que vivió junto a su compañera América Barroso García Mery en uno de los tiempos más convulsos para ser mujer, anarquista, poeta y lesbiana. Una rebelde contra toda causa, y una luchadora contra posibles e imposibles.
Debió tener algún tipo de formación artística en su adolescencia, pero llamó la atención por su capacidad literaria: en 1914 publicó su poema “Nieve”, de un modernismo ya un poco antiguo, y a partir de ahí en Los Quijotes, la revista en la que escribían los poetas más relevantes de la época, evoluciona hacia el ultraísmo en el que se la enclava: lo hacía bajo un pseudónimo masculino, Luciano de San-Saoe, y con una encendida sensualidad hacia el objeto de sus poemas, que era siempre una mujer. Con el tiempo, el vínculo que mantuvo con lo político le hizo renegar de las vanguardias y de una literatura desligada de lo real.
Comenzó a Trabajar como telefonista en Telefónica, en 1924, y casi inmediatamente destacó (y fue penalizada) por su participación en huelgas y reivindicaciones obreras: ya comprometida con el anarcosindicalismo, combinó su trabajo como redactora, con pseudónimos como El Observador o Vigía, con el activismo sobre el terreno. Cada vez más consciente de que el feminismo debía ocupar un espacio propio en un mundo en el que carecía de voz, creó la agrupación Mujeres Libres, que justo antes de la guerra vertebraba casi 150 asociaciones con más de 20.000 afiliadas.
Durante la Guerra Civil mantuvo esa dualidad entre la lucha, en este caso como parte de quienes asaltaron el Cuartel de la Montaña, y el reporterismo de guerra. Se exilió a Francia pocos meses antes del fin de la guerra, donde intentó paliar el desastre que eran los campos de concentración a los que enviaban a los refugiados españoles. Perseguida, junto con Mery, como anarquista durante la II Guerra Mundial, regresó a España en 1945, donde pasó casi inadvertida durante años, con un perfil mucho más discreto. Nunca dejó de escribir, aunque el hecho de que casi no publicara haya oscurecido su obra como poeta. Sus sonetos sobre la muerte y la vida, su evocación de lo divino y del pasado merecen que recupere un lugar que las circunstancias y la guerra le arrebataron, y unos lectores que quedarán maravillados cuando la descubran.
Justa Freire, maestra
Justa Freire, maestra.
Justa Freire había nacido en Zamora en 1896; perteneció, por lo tanto, a esa generación de maestras que comenzaron a desempeñar su labor en torno a los años 20 y que se beneficiaron de la influencia de la Institución Libre de Enseñanza. Justa llegó a Madrid en 1921, y se integró en el Grupo Escolar Cervantes, que se ocupaba de la educación de los niños de las familias obreras de Cuatro Caminos.
Muy pronto le interesó la pedagogía y la manera en la que los maestros podían mejorar sus conocimientos y su formación: tras haber completado sus estudios con estancias en el extranjero, regresó a Madrid, donde fue una de las primeras directoras de un centro en el que trabajaban, de manera mayoritaria, varones.
Las publicaciones de Justa en esa época son una fuente de incalculable valor para entender lo innovador y lo pionero que fue el sistema educativo que implantó en esos años: los niños, su curiosidad y sus necesidades se encontraban por primera vez en el centro del mismo. Ligadas a ello se encontraban las Misiones Pedagógicas, un programa en el que diversos misioneros (artistas, escritores, profesores, actores…) se desplazaban por unos días a alguna de las escuelitas rurales en cualquier localidad, en el que instauraban una biblioteca popular, representaban obras de teatro, organizaban conciertos o proyectaban películas.
En 1936 Justa interrumpió las clases en su centro y evacuó a los niños a su cargo a Valencia: hasta el final de la guerra continuó con su labor como maestra e inspectora. Dado que llegó a ser Delegada Nacional de Educación, fue detenida y represaliada. Condenada en un inicio a seis años de cárcel, pasó dos en la prisión de mujeres de Ventas, donde organizó la escuela de presas adultas.
El regreso a la vida docente durante la posguerra resultó muy duro: reclamó su derecho a formar parte del cuerpo de maestros con todos sus derechos, que primero le negaron, como a todos aquellos que habían sido depurados y luego le concedieron solo parcialmente. Se le prohibió, por ejemplo, que ejerciera en Madrid, se le eliminó la antigüedad y el resto de los méritos que había obtenido desde que era una joven recién titulada. Continuó su labor primero en Barcelona, y el tesón le permitió regresar a Madrid con una plaza en el Colegio Británico. Falleció en 1965, a los 69 años. Nunca abandonó su labor como pedagoga ni dejó de escribir sobre el oficio al que dedicó su vida.
Federica Montseny, primera ministra española
Federica Montseny, primera ministra
española.
Federica Montseny nació en Madrid en 1905 entre palabras y letras: sus padres, anarquistas, eran los editores de La Revista Blanca, una publicación en la que defendían su ideario político. Y ella, dotada con un don extraordinario para la oratoria y la narración, publicó su primera novela con 15 años, y dedicó su vida a defender aquello en lo que sus padres creían.
En 1931 se afilió al partido de la CNT. En 1936, en plena Guerra Civil, formó parte del Gobierno de la República, que la nombró Ministra de Sanidad. Con o sin guerra resultaba un hecho extraordinario: hasta entonces ninguna mujer había sido ministra en España. En toda Europa se contaban cuatro más. No aceptó el cargo sin dudas, dada la presión y la responsabilidad: Federica dejó de escribir novelas de corte romántico en las que se dirigía a las mujeres con voluntad de orientarlas ante preguntas y a circunstancias complicadas, y pasó a la acción.
En el escaso medio año que tuvo de margen se dedicó a remediar las condiciones de los niños y de las mujeres, sobre todo de aquellos que se encontraban en peor situación: huérfanos, mujeres embarazadas, prostitutas… y también planteó soluciones para mejorar la vida de las personas con discapacidad, abandonadas a su suerte o a la caridad en la mayoría de los casos. A ella se debe el primero proyecto de la Ley del Aborto.
Abandonó el Ministerio solo cuando el frente de guerra la cercó; poco después escapó fuera de España para salvar su vida. Los gobiernos que vinieron a continuación anularon todas las medidas que Federica había adoptado. Ella pasó a ser perseguida y reclamada por los nazis y por las autoridades españolas. Francia, donde se había refugiado, nunca la entregó.
Vivió en ese país hasta 1977 pudo regresar a España. Continuó con su labor política y de difusión de su pensamiento hasta su muerte en 1994. Nada, de hecho, frenó nunca su lengua ni detuvo su labor periodística, que publicaba bajo el pseudónimo de Fanny Germain. Como sus padres, llegó a dirigir varios periódicos. Se opuso con firmeza a los Pactos de la Moncloa, y a la manera en la que parte de la historia reciente pasaba al olvido durante la Transición. En sus últimos años pudo ver cómo se valoraba y se apreciaban las ideas que había propuesto como ministra, cuando nadie soñaba ni siquiera con cambios como los que ella consideraba de simple sentido común.
Ana Carmona, primera futbolista española de
la historia
Ana Carmona, primera futbolista española
de la historia.
Si tenemos en cuenta que la mayoría de los médicos de la época coincidían en que el ejercicio resultaba perjudicial e impúdico para las mujeres no debe extrañarnos que la familia de Anita Carmona, Nita, trataran por todos los medios de apartarla de esa peligrosa afición. No entendían a la niña; ¿por qué se empeñaba a jugar al balompié, ese deporte inglés llamado Football? Corrían los años veinte del siglo XX, y Anita, nacida en Málaga en 1908, no quería entrar en razón.
En su barrio de Capuchinos, los marineros y los chicos jugaban con un balón, y las Escuelas Salesianas el Beato Padre Francisco Míguez Fernández organizaba partidos. Este sacerdote, un entusiasta fundador del Sporting de Málaga fue uno de sus principales apoyos.
Anita se cortó el pelo, se vendó el pecho y comenzó a mezclarse con los jugadores masculinos. Entró en el equipo como ayudante del masajista, y para lavar la equitación. Y aunque sus padres la mandaron a Vélez, ella se las ingenió para entrar en el Vélez Fútbol Club con el nombre de Veleta. Era rápida y de técnica muy depurada.
¿Por qué Veleta? Porque entraba en el estadio como una chica, una limpiadora, jugaba como un hombre y salía de nuevo del campo vestida de mujer. La prohibición de que las mujeres jugaran a cualquier deporte masculino no era una broma: los guardias urbanos vigilaban que la norma se cumpliera, y muchas veces acabó expulsada y abucheada, golpeada y magullada, pese a que solo jugaba en los partidos fuera de su barrio, para no ser descubierta. Incluso le raparon el pelo. ¿Cuánta pasión hace falta para enfrentarse a todo eso?
¿Por qué Veleta? Porque entraba en el estadio como una chica, una limpiadora, jugaba como un hombre y salía de nuevo del campo vestida de mujer. La prohibición de que las mujeres jugaran a cualquier deporte masculino no era una broma: los guardias urbanos vigilaban que la norma se cumpliera, y muchas veces acabó expulsada y abucheada, golpeada y magullada, pese a que solo jugaba en los partidos fuera de su barrio, para no ser descubierta. Incluso le raparon el pelo. ¿Cuánta pasión hace falta para enfrentarse a todo eso?
Para cuando, durante la Segunda República las mujeres pudieron practicar deportes, y organizarse en asociaciones deportivas, ella ya había dejado de jugar. Durante décadas su existencia se escondió, primero, y se olvidó, después. Se conservan un par de fotos de ella con la equitación del Sporting, posiblemente sacadas en Carnavales, como si no estuviera vestida, sino disfrazada.
Carmen falleció muy joven, a los 32 años, de tifus, en 1940, en plena guerra; de nuevo se había prohibido el fútbol a las mujeres. La enterraron en el cementerio de san Rafael, con la camiseta del Sporting de Málaga, rodeada de sus compañeros y sus rivales, los jugadores que habían protegido el secreto a voces que era la Veleta.
Carmen de Burgos, primera periodista
profesional española
Carmen de Burgos, primera periodista
profesional española.
Si abrimos un periódico de la época, encontraremos a Carmen de Burgos en muchos lugares, bajo nombres variados: Colombine, Marianela, Perico el de los Palotes, Gabriel Luna… y siempre será ella y nunca del todo la misma.
La primera periodista profesional española nació en Almería en 1867, y murió en Madrid en 1932. Recibió una educación con un peso mayor de lo que se acostumbraba en la burguesía a la que pertenecía (obtuvo, por ejemplo, plaza de maestra), se casó joven y su matrimonio resultó una experiencia tan devastadora, plagada de humillaciones y maltrato, que la llevó no solo a la separación sino a una defensa encendida del derecho al divorcio, que defendía en la columna para mujeres que le concedieron en el periódico madrileño El Globo. En esta colaboración y las posteriores, Colombine partía de los temas clásicos dedicados a las lectoras femeninas (la moda, la belleza, el arte de recibir) y desembocaba en otros como el derecho a voto, la higiene o la necesidad de la educación de las niñas.
Admirada por la valentía con la que afrontaba temas polémicos con el eje siempre en la mujer de su época, criticadísima por eso mismo, instigadora de tertulias literarias y de vínculos entre autores, a los que convocaba, apoyaba y cuyos egos apaciguaba, su relación con Ramón Gómez de la Serna, veinte años más joven que ella, contribuyó a considerarla una mujer extravagante, cuyo talento disculpaba la ruptura de las convenciones, pero que se encontraba siempre en el punto de mira: el que con el tiempo su propia hija mantuviera un romance con Gómez de la Serna fue usado como prueba definitiva del castigo merecido a una conducta libre y atípica. Fue la primera mujer en cubrir como reportera de guerra una contienda, la guerra de Melilla, lo que la llevó a ser una convencida pacifista: cubrió el Crimen de Níjar en 1928, que andando el tiempo Federico García Lorca transformaría en Bodas de Sangre.
Sus obras de ficción, novelas y novelas cortas, y sus libros de viajes han envejecido peor que sus artículos, en los que se encuentra un retrato fascinante y heterodoxo de qué interesaba a la sociedad de su época y sus intentos por convertir en cercanas y atractivas las reivindicaciones más extremas. Su labor didáctica, su ironía y la inagotable energía que desplegó en aquello que creía justo son quizás los tres elementos más atractivos de una mujer que murió con la convicción de que sus ideales habían encontrado eco en una República que prometía todo aquello por lo que ella había luchado.
Ascensión Chirivella, primera mujer abogada
colegiada en España
Ascensión Chirivella, primera mujer
abogada colegiada en España.
Ascensión Chirivella había nacido en 1894 una familia de abogados y procuradores valencianos, pero el Derecho fue su tercera carrera: había estudiado antes Filosofía y Letras y Magisterio, un paso casi obligado para las mujeres que en su época pasaban por la universidad.
El de maestra era uno de los trabajos que podían ejercer con mayor facilidad. De hecho, nada hacía presagiar que se convirtiera en la primera mujer que pudiera colegiarse como abogada en España: la grave enfermedad de su padre y la necesidad de hacerse cargo de un despacho en el que ella ya trabajaba ayudó a que tomara aquella decisión. Lo logró en 1922: la repercusión que ese hecho tuvo en aquel momento fue espectacular; aunque con posterioridad ella se lamentaría de las risas y el desdén que algunos dedicaron a su posición como abogada, con ello abría el camino a que muchas otras se atrevieran a ejercer junto a sus compañeros.
Dedicó su labor a la defensa de los derechos civiles de las mujeres: en aquel momento muchas de las reivindicaciones más relevantes (el derecho a voto, la posibilidad de divorciarse, el derecho a la representatividad política) pasaban por la modificación de las leyes o del Código Civil. Ascensión, en parte gracias a una capacidad de oratoria que la convertía en una adversaria temible, defendió todos esos principios, al mismo tiempo que llevaba a cabo una campaña infatigable a favor de la República.
En aquellos años las cuestiones sociales ocupaban un espacio esencial en los debates públicos, y en un inicio fueron combatidas con hostilidad: Ascensión intervino en ellos de manera pública, con la certeza de que un estado democrático debía garantizar la igualdad, fueran cuales fueran los factores de cada ciudadano, bajo el paraguas de una legislación moderna y eficaz. Que una joven de buena familia se atreviera, como ella hacía, a dar un mitin sobre los derechos de las mujeres suponía no solo una declaración de intenciones, sino una invitación al escarnio. Que además tratara temas como la interpretación de la ley bajo un espíritu y una perspectiva femenina resultaba abiertamente una provocación.
Su marido, Álvaro Pascual Leone, abogado también, obtuvo un cargo como diputado. La vinculación de ambos a partidos de izquierdas y su relevancia social hicieron que se exiliaran primero a Francia y luego a México, al finalizar la guerra. Tras años de una gran precariedad, arropada por la comunidad española pero completamente olvidada, Ascensión moriría allí en 1980. Es tiempo ahora de reconocer su valía, su clarividencia y su papel como precursora: y supone además un acto de justicia.
María Bernaldo de Quirós, piloto.
María Bernaldo de Quirós, primera mujer española en obtener la licencia como piloto.
En 1921 el primer avión pilotado por un español había surcado los aires: en tierra, una joven aristócrata asturiana, María Bernaldo de Quirós, nacida en 1898, ni siquiera sospechaba que 7 años más tarde ella sería la primera mujer en obtener la licencia como piloto.
Se había interesado por la aviación por pura casualidad: casada por segunda vez con el alcalde de Ciudad Rodrigo, quiso la suerte que en el plazo de un mes tres aviones que seguían la ruta Sevilla-Valladolid tuvieran que aterrizar de emergencia en una finca cercana. María descubrió que nada, ni el reproche social, ni las acusaciones de que una mujer casada nada debía buscar entre hombres que manejaban aquellas máquinas, ni la oposición de su marido, podían apartarla de aquella pasión.
No fue la única que intentó aprobar el título en aquel año de 1928. El país vivía una auténtica fiebre por las conquistas aéreas. Dieciocho aspirantes se presentaron a las pruebas del Real Aero Club de Madrid. María, a la que pronto apodarían Miss Golondrina, era la única mujer. Su belleza, su origen noble, las declaraciones atrevidas que recogían los periódicos (“Las mujeres servimos para algo más que para bordar”) le garantizaron una fama efímera. Toda fiesta quería contar con aquella mujer moderna, aunque lo fuera un poco demasiado para el propio Aero Club, que le negó un número como socia y que se acercara a ninguna de sus avionetas. El que defendiera el divorcio para las mujeres y fuera una de las primeras en obtenerlo (había abandonado a su marido para iniciar una relación con su instructor de vuelo, el piloto militar Díaz de Lecea) no ayudó a que la vieran con mejores ojos.
La única manera de soslayar esa prohibición era hacerse con su propio aparato: compró por lo tanto una avioneta De Havilland, su mosquito, que financió con viajes promocionales y bautismos aéreos por toda España, con los que mantuvo su aura de estrella. Aunque se encontró con que los hombres se negaban a volar con ella muchas mujeres se encontraban deseosas de que su primer vuelo fuera pilotado por Miss Golondrina.
Durante la Guerra Civil apoyó, como su compañero, al bando franquista, para el que realizó algunos vuelos de reconocimiento: la Dictadura anuló el divorcio que había obtenido, con lo que nunca pudo casarse con Díaz de Lecea, y acabó también con su carrera como piloto. Él, en cambio, llegó a ser Ministro del Aire. María murió en 1983. Un Airbus A320Neo de Iberia bautizado en su honor la recuerda desde 2020. Posiblemente el mejor homenaje que pudiera recibir.
Hildegart Rodríguez, escritora.
Hildegart Rodríguez, prodigiosa activista y escritora española, destacada por su lucha por los derechos sexuales y sociales.
El 9 de junio de 1933 la sociedad española despertó con la noticia del asesinato de una de sus jóvenes promesas, Hildegart Rodríguez, que a sus 18 años había finalizado la carrera de Derecho, comenzado la de Medicina y firmado un puñado de libros que para su época, incluso entre quienes defendían las ideas de izquierdas de la República, eran consideradas atrevidos y polémicos.
Hildegart había abordado sin tapujos la sexualidad de las mujeres, en especial de las más jóvenes; escribió una historia de la prostitución, se refería sin rubor a las enfermedades venéreas y a cómo evitarlas, y reflexionaba en otros tratados sobre pensamiento político y su propio desengaño de las teorías del socialismo y el marxismo.
La que había sido la abogada más joven de España apareció acribillada a tiros en su propia cama: y la autora de los cuatro disparos, que había escogido para esa criatura a la que había destrozado la cabeza el determinante nombre de la abadesa, música y escritora medieval Hildegard von Bingen, no era otra que su propia madre, Aurora Rodríguez Carballeira. Imbuida de ideas muy peculiares sobre la situación de la mujer y la manera de mejorarla, había planificado con todo mimo cada paso de la vida de su hija, su escultura de carne: su concepción y embarazo en solitario, sus estudios, sus lecturas y sus amistades. Desde que Hildegart nació, el 9 de diciembre de 1914, Aurora depositó en ella su sueño utópico de que ejecutara sus planes, y se convirtiera así en la nueva mujer de una nueva época.
Con ella dejó su Ferrol de origen y se mudó a Madrid: la inteligencia y la profundidad de pensamiento de Hildegart superó todas sus expectativas. La niña no solo asimilaba con facilidad lecturas destinadas a adultos, sino que las completaba, rebatía y elaboraba teorías más solidas y coherentes que atrajeron la atención de pensadores como Gregorio Marañón o de intelectuales extranjeros como el escritor H. G. Wells. En Hildegart veían un prodigio, una promesa a la que, paradójicamente, solo estorbaba la figura de una madre cada vez más asfixiante, cada vez más paranoica, que se negaba a que su hija, fascinada por temas sociales, escogiera un camino diferente al marcado por ella. Ante la decisión de Hildegart de independizarse decidió destruirla con la misma irrevocabilidad con la que la había creado. Murió en la cárcel, sin arrepentirse de nada, veinte años más tarde.
Los textos de Hildegart han quedado opacados por su fulminante biografía, por su terrible fin. Originales, brillantes, modernísimos, merece la pena rescatarlos: son más ella que su propia biografía.
Elena Jordi, cineasta.
Elena Jordi, actriz y pionera en el cine, fue la primera directora en España, además de ser una reconocida empresaria teatral.
No busquen la película de cine mudo "Thais", la primera dirigida por una mujer en España, basada en la ópera de Massenet del mismo título. No la encontrarán: sabemos, por numerosas menciones, que se estrenó en 1918, pero se perdió, y hasta la fecha no se ha encontrado ninguna copia.
No busquen tampoco a su autora, Montserrat Casals Baqué; los primeros años de su vida fueron confusos, los últimos discretos: no se supo nada de ella a partir de 1929, cuando se retiró por completo, y la enterraron en un nicho anónimo en el cementerio de Les Corts, Barcelona, en 1945. Ya nadie recordaba que ese nombre era el de bautismo de la rutilante actriz Elena Jordi, bellísima actriz y empresaria teatral que en la década de 1910 fue una de las estrellas del Paralelo. Hablamos de un momento en el que los espectáculos teatrales continuaban siendo el principal entretenimiento del pueblo, de los años de gloria de una joven Margarita Xirgú, con quien Elena compartió compañía, y del arranque de las vanguardias.
Elena había nacido en 1882; se dio a conocer con una obra de Bataille en la que se desnudaba en el escenario. Ya había interpretado la Salomé, de Oscar Wilde, y varias obras de Santiago Rusiñol, en las que posiblemente su belleza y su juventud descollaba. Poco a poco, las críticas reconocieron también su talento, El éxito que obtuvo le animó a formar su propia compañía de vodevil en 1914.
Desde 1916 comenzó a trabajar con el cinematógrafo: era una novedad cara y aún minoritaria, pero en la que se adivinaba un futuro casi sin límites. Para ese nuevo formato Elena actuó, pero también se involucró en la dirección y la producción, y, al mismo tiempo que compraba un solar en vía Layetana, con la intención de construir su propio teatro, dirigía su primera y única película: Thais.
Se desconoce que ocurrió a partir de 1918. ¿Quizás la letal epidemia de gripe, que se llevó a su compañero, marcó un antes y un después en los gustos y costumbres de quienes acudían a los teatros? ¿Pudo darse un fracaso en la elección de la temática, o se adelantó Elena a su tiempo? Las incógnitas son muchas. Thais se estrenó, pero el proyecto del teatro nunca se llevó a cabo. Ella misma apenas intervino en lo sucesivo en obras o proyectos, y su nombre y su figura se esfumaron. Como en tantos otros casos, el interés por los rostros femeninos ausentes en la historia la rescató y colocó su nombre entre las pioneras del cine.
Escucha LA CANCIÓN
Una canción compuesta con frases atribuidas a algunas de las mujeres protagonistas de la colección, con el fin de hacer que su mensaje perdure en el tiempo.